Por: Roberto Osorno
28 de julio de 2021
Más allá de las historias que nos cuentan y de las películas que vemos, es notable que la innovación, en su estado tradicional, parece no dejar beneficios para todas las empresas, organizaciones o emprendedores que desean participar. Lo anterior se debe a diferentes factores, y, sin querer sobresimplificar, uno de los más importantes es el de los recursos.
Por recursos no solo tenemos al capital, sino que también entran en juego el acceso a la tecnología, a los mercados, a las redes de soporte y patrocinio, a los métodos y herramientas, a las personas con conocimiento y talento, a la ciencia, y al tiempo necesario (sí, las innovaciones requieren de una cantidad de tiempo considerable). El problema con los recursos es que no siempre están disponibles y muchas veces dependen del entorno en el que la innovación sucede.
El acceso a estos recursos se complica especialmente en las economías emergentes, pues el capital, la tecnología y el tiempo pueden llegar a ser muy escasos. En países como México, más del 90% del talento humano trabaja para Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs); este porcentaje no varía demasiado con el resto de Latinoamérica o las economías emergentes de África. No es una novedad que estas empresas cuentan con recursos limitados para operar, competir y crecer, y los esfuerzos gubernamentales suelen estar orientados a fortalecer sus capacidades, pues en ellas descansa una buena parte de la economía.
Se piensa, con cierta dosis de razón, que la innovación es un camino deseable para impulsar el desarrollo en las economías emergentes. Esto ya que, a través de la innovación, empresas y organizaciones pueden crear productos, servicios, procesos y resultados que les permitan acceder a nuevos mercados, ser más eficientes, competir en mejores condiciones y por ende, prosperar; la verdad es que la idea no es mala. La innovación parece ser la salida, y es por ello que gobiernos, organizaciones internacionales e iniciativas de toda índole, han impulsado el desarrollo de la innovación en todos los países.
Entonces, lo que se busca es impulsar la economía, siendo que buena parte de esta se sostiene en las PyMEs. La innovación parece presentar una buena alternativa para que estas empresas generen nuevos productos, servicios, procesos y resultados que las hagan más competitivas y prósperas. Pero, si la innovación tradicional requiere de múltiples recursos en un entorno favorable, ¿cómo esperamos que las empresas con pocos recursos accedan a este Grial de la competitividad que está, por lo visto, solo al alcance de las organizaciones con recursos?
Aquí la paradoja que planteamos: numerosas instituciones en las economías emergentes apuestan a un modelo de innovación que es poco viable para las empresas que comprenden la mayor parte del desarrollo económico, y que, siendo más accesible para las grandes empresas, crean mayores brechas en el acceso a la innovación en lugar de reducirlas. ¿Podemos afirmar que la innovación tradicional está creando mayores brechas de competitividad en el mudo? Sí, con sólo consultar estudios como el Índice Global de Innovación (GII) e identificar a las economías que están adelante en la tabla (la de los países más prósperos del mundo). Mientras menos desarrollada es la economía, más abajo se encuentra el índice.
No deseo satanizar a la innovación, ya comenté anteriormente sus beneficios; además, creo que esta es una herramienta que puede detonar los procesos competitivos que tanto deseamos en países como México o el resto de Latinoamérica. Sin embargo, se hace patente la necesidad de aplicar modelos diferentes de innovación que estén más de acuerdo con la realidad de estos países. Sigo sosteniendo que las economías emergentes no necesitan empresas “Unicornio”, pues solo sirven para presumir. Es necesario aplicar modelos que apoyen a la creación de condiciones para la innovación y el emprendimiento a gran escala en la lógica de los ecosistemas, dentro de los cuales, el beneficio de unos significa también el beneficio de otros.
Afortunadamente, existen propuestas innovadoras que buscan atender de manera directa el problema del que les he descrito. Garash es una reciente iniciativa impulsada por un grupo de entusiastas de la innovación que han plasmado su conocimiento y experiencia en una plataforma, misma que contiene herramientas para la gestión de proyectos de innovación, la aplicación de la creatividad, el aprendizaje, y la creación de comunidades en torno a necesidades concretas que atender. El desarrollo de un gestor especializado en la innovación que, además, está acompañado de herramientas y consejos, es el primer paso para que las organizaciones de las que hemos hablado, puedan contar con mayores oportunidades y con lo anterior, detonar la economía desde la base y como un ecosistema.
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