Dr. Carlos Antonio Reyes Sahagún
Profesor de la Universidad Panamericana
Promesas de la modernidad
Los avances científicos y tecnológicos conseguidos en las últimas décadas parecen haber cumplido la promesa hecha desde inicios de la modernidad; es decir, que la aplicación de la razón instrumental a las realidades cotidianas pudiera conseguir progresos casi inimaginables en casi todos los ámbitos. Así es como hoy tenemos al alcance de un click gran cantidad de información, así como una extensa oferta de bienes y servicios para satisfacer los deseos más extravagantes y sofisticados. En estos avances, no cabe duda que los empresarios han tenido un protagonismo de primer orden.
Sin embargo, el mito de la mano invisible, es decir, el ideal de que la libertad de mercado alcanzaría la igualdad para todas las personas, ha defraudado. Hoy se puede constatar que si bien, la pobreza ha disminuido, la desigualdad ha incrementado a ritmos de escándalo. Basta dar un vistazo a las cifras: el 1% de la población (aproximadamente 75 millones de personas) posee más del doble de riqueza que 6,900 millones de personas.
El enfoque libertario de la maximización de la riqueza para los accionistas ha logrado aumentar la oferta de bienes y servicios, y con ello, la riqueza generada. No obstante, la creciente desigualdad se pone en evidencia al observar el avance de populismos, que han crecido de forma preocupante en diversas partes del mundo. Estos auténticos movimientos políticos y sociales parecen tener la consigna de hacer desaparecer toda diferencia social, para hacer posible el cumplir la promesa de alcanzar la libertad radical.
Tanto el liberalismo político, unido al capitalismo liberal, como el populismo político, unido a los neo-socialismos que buscan la interferencia del Estado en las formas de producción, prometen los mismos resultados, pero por diferentes caminos; es decir, alcanzar los ideales propuestos por la modernidad: la libertad y la igualdad.
Retos empresariales ante el nuevo paradigma de la incertidumbre creciente
Dado que es imposible alcanzar estos radicales modernos de manera absoluta, se convierte en una labor fundamental el analizar cuál será el papel de la empresa para estar a la altura de la época que se avecina. Dando un vistazo a los aspectos más relevantes sobre los que se funda la empresa moderna, podemos encontrar luces sobre estos retos.
La empresa moderna tiene diversos fundamentos, que han sido analizados por medio de diferentes enfoques, tales como: modos de organización alternativa al mercado, que hace posible innovar por medio de ventajas estratégicas que consiguen un ahorro de costos de transacción; la especialización en mercados de nicho; la posibilidad de asumir incertidumbre en situaciones complejas, por medio del desarrollo de iniciativas de emprendurismo para dar satisfacción a las necesidades o deseos; la dirección centralizada en torno a la figura del empresario que posibilita la unidad de mando y la administración eficiente; la organización de la producción que procura los máximos beneficios por medio de la minimización de gastos e inversión; entre otros.
Sin embargo, se presentan los diferentes retos, como serían: lograr una distribución y participación más justa del necesario bienestar de las personas, alcanzar que mayor número de personas se beneficien de los productos y servicios ofertados, colaborar en un desarrollo sostenible teniendo en cuenta los recursos naturales limitados, conseguir que los beneficios económicos se hagan tangibles en el corto plazo y no sólo se registren los posibles flujos futuros esperados a través de mecanismos bursátiles, conseguir que un mayor número de personas tengan formación profesional que les haga posible tener acceso a ingresos digno para ellas y sus familias, etc. A estos retos, se suman los provocados por la pandemia ocasionada por el COVID-19, que ha revelado la debilidad del sistema sobre el que se ha fincado la esperanza del progreso infinito.
A mi parecer, estos retos que se plantean para la empresa moderna fueron provocados por un acento mal puesto en la palabra libertad, que, si bien es cierto que la actividad empresarial requiere libertad, también es adecuado decir que la libertad alcanza su plenitud cuando se acompaña de la palabra relación y servicio. La riqueza, el poder y la influencia que se alcanzan con el éxito empresarial no se ha hecho cargo de tomar como parte de su responsabilidad incluir en su crecimiento a las comunidades de la que forma parte. A mi parecer, el problema se encuentra en el acento casi exclusivo con el que se enseña desde las universidades y se gobierna en la práctica a la empresa: la maximización del beneficio de una de las partes, a saber, el accionista.
Los historiadores conocen que la historia no se repite y que los paradigmas viejos no regresan, y aunque los cambios se construyen con base en los avances conseguidos, lo que realistamente se puede esperar es que los avances tecnológicos y científicos que se desarrollaron en los últimos años se pondrán al servicio de nuevos paradigmas, que se centrará ahora en realidades descuidadas, pero no por ello menos reales.
La cultura como aspecto externo del quehacer humano refleja los valores y costumbres de las instituciones de las que se nutre, pero ahora, las instituciones de autoridad se encuentran en crisis: la familia, la educación y la fe. Estas instituciones daban sentido las categorías sociales: económicas, jurídicas y políticas. Dada la crisis de las primeras (instituciones de autoridad) es posible esperar que las segundas (categorías sociales) sean menos estables, dado que sus fundamentos son menos sólidos ya que sin un saber real, sólo puede acudirse a criterios basados en consensos, que se encuentran irresueltos, y que propugnarán por la libertad o la igualdad, y que, su solución variará de acuerdo a los acuerdos realizados por los grupos de poder, ya sea en grandes o pequeñas organizaciones, lo que provocará retos y crisis hasta ahora desconocidas.
Es por ello que, el nuevo paradigma que se delinea para las empresas tendrá estos mismos retos. Por una parte, dar respuesta a los problemas ya enunciados y aún no resueltos y otra, mucho más compleja, la elección de los altos cuadros que gobiernan y dirigen a la empresa, ya que de ellos dependerá el diseño de la visión y de la estructura de gobierno, que deberán suplir de algún modo la crisis de las instituciones de autoridad que daban sentido a las categorías sociales, que incluye la elección de valores sociales que se deseen conservar y proteger desde el mismo emprendurismo.
Bajo esta nueva perspectiva, para que una organización empresarial tenga éxito, no sólo debe asumir la herencia tecnológica prexistente, sino que también será necesario incluir en su diseño:
- La confianza y compromiso unido a los controles adecuados.
- La flexibilidad de infraestructuras, formas de trabajo y el equilibrio personal.
- La confianza y la flexibilidad como elementos clave en el gobierno de la empresa.
En los tiempos que vienen, el aspecto clave e indispensable será la necesidad de contar con personal de confianza que logre conjugar el compromiso y el control en las organizaciones, esto exigirá de nuevos liderazgos, con altas habilidades, no sólo técnicas – que se dan por supuestas – sino habilidades blandas, pensamiento crítico, de comunicación, que hagan posible el diálogo para afrontar los nuevos retos. Ya no bastará seguir ordenes e instrucciones rutinarias, como las realizadas hasta ahora por asistentes, será necesario que los colaboradores tengan la capacidad y el poder de resolver problemas, lo cual requerirá de estructuras menos verticales y más flexibles, que propicien una comunicación más efectiva y por la necesidad de disminuir costos, todo lo anterior provocará que la permanencia de directivos en puestos de alta jerarquía sea cada vez más corta e incluso que prevalezcan estructuras de gobierno con responsabilidades compartidas y una profesionalización de los consejos de administración, con consejeros independientes, sobre todo en empresas pequeñas. Pero tal vez lo más importante será que estos nuevos líderes sepan elegir fines, es decir, que determinen aquellos valores con los que la organización se identifique y así pueda formar identidades fundamentadas en valores sólidos que la misma organización proteja, comunique y defienda, para que sus miembros puedan formar comunidades auténticas en sus hogares.
La flexibilidad de las organizaciones requerirá de varias adaptaciones, tales como: estructuras físicas diferentes, ya no se requerirán grandes infraestructuras para oficinas o reuniones masivas, que podrán ser sustituidas por espacios virtuales, espacios físicos rentados para eventos específicos o adaptación de los mismos hogares. Dentro de la flexibilidad, será necesario revolucionar las formas de contratación en la que encajen de la mejor manera los intereses de la empresa y del colaborador, así como la forma de medir sus resultados. La flexibilidad también incluye la inversión que se trasladará de infraestructuras físicas hacia un giro a las tecnológicas y capacitación continua, para así conseguir innovaciones en el modelo de negocio. Para lograr este fino equilibrio no debe olvidarse que la organización cuide la salud mental de sus colaboradores para así ayudar a sobrellevar las tensiones que surgirán de estos nuevos retos.
Conclusión: el verdadero reto del empresario
La modernidad ha dejado como herencia la multiplicación de los medios científicos y tecnológicos, así como gran oferta especializada en la producción de bienes y servicios. Sin embargo, ha dejado incumplidas sus promesas de igualdad y libertad, ello en un doble sentido, por un lado, la desigualdad ha crecido, y por otro, la libertad se ha reducido a su aspecto individual.
Dada la crisis de saberes socialmente reconocidos, que se cultivan en la familia, la educación y la fe, la solidez y la legitimidad de las instituciones públicas (economía, justicia y política) serán cada vez más frágiles, a falta de fundamentos sólidos, todo parece que habrá que esperar una nueva incertidumbre, donde los conflictos públicos serán más frecuentes y serán resueltos con base a consensos mediáticos y la ley del más poderoso.
Por su parte, la empresa heredera también de la modernidad y de la respectiva multiplicación de medios, y se verá envuelta en esta nueva incertidumbre caracterizada de recurrentes conflictos en la esfera pública. Para sobrevivir y crecer, tendrá que hacerse llegar de personas de confianza, altamente capaces en diversos y complejos aspectos, pero sobre todo en aquellos que puedan ayudar a conseguir la cohesión de los equipos de trabajo. Los empresarios y dirigentes empresariales deberán crear ambientes adecuados y flexibles para que la empresa y sus miembros puedan desarrollarse, así podrán hacerse cargo de las comunidades de personas que la conforman y con ello hacer contrapeso al frágil sistema social que se vislumbra, envuelto en luchas constantes de poder, ocasionado por falta de consensos y de instituciones de saberes sólidos y socialmente aceptados.
Finalmente, los empresarios y dirigentes empresariales, si desean sobrevivir y tener éxito, deberán abandonar el paradigma individualista libertario, heredado de la modernidad, para así defender los valores y la visión de sus comunidades empresariales por ellos encabezadas, lo cual presenta un enorme reto, ya que no sólo deberán hacerse acompañar por personas de confianza y altamente capacitadas, sino que deberán parecerse cada vez más a políticos, en el sentido clásico, es decir, a personas que ejerzan la prudencia, cuyo objetivo sea el bien de todos y de cada uno de los miembros de sus comunidades y para así defender los valores de las comunidades por ellos representadas.
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