Por: Joaquín Marbán
Estos días, en los que casi todos hemos visto la película de Avengers End Game, y nos hemos identificado con algún personaje, o incluso hemos salido del cine esperando otro final, yo quiero aprovechar para hacer un análisis de la evolución psicológica del Dr. Bruce Banner y su otro Yo: Hulk. Este es un personaje cuyo poderío radica en el tamaño y fuerza descomunal que adquiere cuando se ve amenazado, convirtiéndose en presa de su ira, transformándolo en un enorme monstruo verde.
El increíble Hulk es un personaje fascinante; lo vimos por primera vez en la pequeña pantalla en los años 70, protagonizado por Luis Ferriño, culturista americano de aquella época. Hulk es un personaje que simboliza el poder de la ira, canalizada a través de la fuerza física, orientada a resolver los conflictos que se presenten y a costa de los daños colaterales que se causen. Es muy interesante ver cómo, a pesar de tener este súper poder, puesto al servicio de los Vengadores para salvar a la humanidad, a la larga, le trae al doctor Banner serios y graves problemas en su vida personal y social, hasta el punto de generarle una gran infelicidad y una vida disfuncional.
Y, por esta razón, termina buscando apartarse del mundo y aislarse, hasta encontrar una cura para su problema. A lo largo de la saga, vamos viendo cómo busca ciertos remedios como la meditación, el aislamiento, el autocontrol, hasta que, al final, nos encontramos con un personaje completamente renovado, que es capaz de integrar el lado oscuro y agresivo de su personalidad, el YO Hulk, con su Yo Dr. Bruce Banner; y, de esta manera, humanizar el personaje en detrimento del super héroe de fuerza e ira incontrolada.
Al final, el lado humano gana frente al lado suprahumano o del fenómeno verde. Gana, y eso es bueno, pero a costa de perder o restar fuerza y poder al Vengador. Y, la verdad es que no importa, porque se convierte en un hombre más fuerte y completo (psicológicamente hablando); y, por lo tanto, con mayor valor para la sociedad, demostrando que toda fuerza o instinto descontrolado no es bueno para uno mismo, y menos para convivir armónicamente con los demás. En definitiva, Banner cambia y mejora cuando acepta a la bestia que lleva dentro, y compasivamente aprende a vivir con ella.
¿LES SUENA ESTE PROCESO? Probablemente porque todos tenemos nuestro lado oscuro, imperfecto o irracional, que debemos identificar y cambiar.
A menudo, los pacientes con ira encuentran dificultades a la hora de tener autocontrol sobre su enojo y agresividad, y definitivamente todo mejora al trabajar ciertos procesos psicológicos como la aceptación, la presencia y el desengancharse de las cogniciones disfuncionales que disparan la ira. Todo esto podemos realizar de la mano de la Terapia de Aceptación y Compromiso, enfoque propuesto por Steven Hayes y Kirk Strosahl, pioneros de última generación en este enfoque en el ámbito clínico.
Os animo a que exploreis un poco más este campo y leáis alguno de sus libros de divulgación.
Un abrazo.
Joaquín Marbán
Psicólogo clínico
Especialista en ACT
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