Por: Norma Medrano
En todos lados, escuchamos que la innovación y la disrupción son el camino al éxito, y que las grandes ideas pasarán por nuestra mente listas para llevarlas a una etapa de implementación. Sin embargo, existen varios ejemplos que nos demuestran, que la generación de una buena idea es, en realidad, el resultado de un arduo trabajo de empatía, análisis del contexto y una estructurada validación.
Pero, antes de brincar de lleno al tema, me gustaría definir innovación, ya que, aunque se habla mucho de ella, en realidad pocas veces nos detenemos a pensar todo lo que engloba. La innovación es el proceso de generar valor (ingresos) y ventajas competitivas a partir de la implementación de nuevas ideas, y es una potente herramienta para que las organizaciones, empresas, negocios y emprendedores puedan encontrar caminos para competir, ser más eficientes, obtener mayores ganancias y satisfacer las necesidades de sus clientes de mejor manera.
En este punto, me gustaría reflexionar sobre a qué me refiero al definirlo como un proceso. Nos han enseñado que las grandes ideas ocurren dentro de un ambiente caótico, en donde las personas tienen encuentros impredecibles con personas que los llevan a ese gran momento conocido como Eureka. Esto ocurre por la manera en que normalmente se documentan los grandes descubrimientos, pues a las personas les gusta platicar la historia corta sobre cómo llegaron a esa gran idea, y todo parece estar muy claro. No obstante, cuando nos metemos a los registros históricos, nos damos cuenta de que las ideas más importantes en realidad tuvieron periodos largos de incubación, donde las personas sabían que existía un problema interesante, y que quizá tenían una solución; pero no estaban seguros de tener las herramientas para validarlo, o bien, de cómo concretar su trabajo.
Un ejemplo de esto, es Darwin con su teoría de la “selección natural”. En su autobiografía, él nos platica su descubrimiento como ese clásico momento mágico en 1838. Sin embargo, cuando analizamos sus apuntes, nos damos cuenta de que Darwin tenía la teoría completa en su mente, incluso años antes de ese momento. Él ya tenía todas estas ideas, pero aún no lo tenía claro ni estructurado [1]. Para llegar a este punto, en el que grandes ideas se vienen a nuestra mente de manera estructurada, necesitamos diferentes estrategias y métodos, que, al sistematizarlos, nos permitirán favorecer e impulsar la generación de esos momentos Eureka dentro de nuestros negocios y/o organizaciones.
Finalmente, me gustaría comentar que no sólo se trata de tener grandes ideas, sino de tenerlas en el momento adecuado. Todos los negocios pasan por un ciclo de vida con las etapas de (1) introducción, (2) crecimiento, (3) madurez y (4) declive. Además, a pesar de que la innovación es aceptada como crucial para el crecimiento y el apalancamiento de un negocio, normalmente nos aventuramos en el campo de la generación de nuevas ideas muy tarde en el juego. Es decir, cuando nuestro negocio está decayendo, cuando hay desesperación por no estar obteniendo los resultados esperados, y cuando no hay tantos recursos para invertir; pues nos encontramos en un “punto de supervivencia”. En otras palabras, recurrimos a la innovación como una reacción a la etapa de declive.
Mi propuesta para ustedes, es recurrir a la innovación y a la generación de ideas desde una posición de poder, la cual, empalma con la etapa de crecimiento del negocio. Esto se logra a través del desarrollo de una cultura de innovación continua dentro de las organizaciones y del negocio mismo. En Garash, hemos desarrollado una suite de herramientas y servicios que te ayudarán a fomentar esta cultura de innovación continua y a sistematizar la generación de ideas.
[1] Johnson, S. (2010). Where Good Ideas Come from. California, United States: Riverhead Books.
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